Unos simples deseos
- Enviado por una de nuestras lectoras: Marisol
- 20 nov 2015
- 8 Min. de lectura

Enviado por una de nuestras lectoras: Marisol Morales Raymundo
Una hoja cayó y luego otra, el otoño había llegado, y el césped cubierto con hojas amarillentas y secas como si fueran una segunda piel eran prueba de aquello. Todos los árboles estaban casi desnudos y sin su follaje, se veían bastante tenebrosos, incluso de día. Si uno miraba de frente aquel lugar no se hubiera acercado aunque su vida dependiera de ello, lo único que iluminaba un poco el sitio era la luz brillante de la gigantesca y redonda de luna que ocupaba su lugar cada noche.
No es que fuera demasiado profundo y oscuro o albergara gran número de árboles con impresionantes proporciones que impidieran la vista y se temiera extraviarse, era al contrario; lo que causaba miedo era su parquedad de vegetación, inundado de un incómodo y misterioso silencio; no había ni un solo ruido que turbara aquella plenitud, aunado a una sombría y particular brisa que corría.
Pero sin duda, lo que producida mayor temor era la vista de la entrada, en medio se levantaba un alto peñasco, formado por varias rocas de gran tamaño de color grisáceo pero por causa de la erosión del sol y la lluvia figuraban de color negro. Colocadas unas sobre otras daban la sensación de que en cualquier momento podrían derrumbarse y llevarse todo a su paso.
La corriente le despeino el cabello y le hizo sentir un pequeño calosfrío en la columna y se ciñó más fuerte la bata de dormir. Como era habitual, Camila estaba sentada sobre la rama más alta de su árbol favorito. Se había convertido en una rutina que se desvelara hasta altas horas después del toque de queda de su mamá.
Siempre se sentaba en el mismo lugar, a pesar de haber varios árboles por su casa, ella prefería subir a la colina e ir al roble que permanecía bordeado por un peñasco, no sabía bien la razón pero la hacía sentir segura y muy cómoda.
Sus papás siempre la regañaban, le decían que se iba a caer un día y ellos no se iban hacer responsables, no entendían por qué a su corta edad de nueve años era tan traviesa. Sin embargo, Camila no los escuchaba, le encantaba pasar mucho tiempo arriba en el árbol, la ayudaba a relajarse
En la penumbra se puso a pensar que fantástico sería si tuviera una lámpara mágica y pedir tres deseos, ella ocuparía los dos primeros y en el tercero pediría nuevamente tres deseos y así sucesivamente.
Abstraída en ello, casi dejaba caer el libro que sostenía en sus manos, el cual, lo había hallado ese día en el librero de Miss Paty, cuando le pregunto por él, ella dijo que no era suyo pero si lo deseaba se lo podía dar, de cualquier forma dudaba que el dueño lo reclamara, se veía que llevaba tiempo abandonado.
Al llegar a su casa le limpio todo el polvo y se dio cuenta que figuraba más un diario que un libro, una cinta lo rodeaba impidiendo que se abriera. Sobre la portada se podía leer una leyenda:
“Ten cuidado con tus sueños: son la sirena de las almas. Ella canta. Nos llama. La seguimos y jamás retornamos”- Gustave Flaubert.
Era una cita bastante extraña, al intentar leer su contenido, se asombró de encontrarlo en blanco, no había ningún rayón o dibujo en su interior, hojeo de nuevo las páginas pero estaba completamente vacío. En un principio se asustó pero después, ya disfrutando del aire libre y tranquilo de la noche decidió llenarlo con sus propias historias.
Mientras escribía sobre él, se percató de una inexplicable fuerza que expedía e inesperadamente un cansancio se apodero de ella y cayó en un profundo sueño.
Al despertar, se dio cuenta del crepúsculo que se erigía; seguía encima del árbol con el libro entre sus manos pero algo era diferente, no sabía qué pero no era normal.
Al levantarse y bajar del árbol se resbaló el libro y de él surgió un sobre de color amarillento. Al desdoblarlo leyó:
Querida lectora:
Habéis encontrado el tesoro más profundo y envidiado por los hombres, en sus páginas hay miles de historias, cada una de ellas guarda los secretos más anhelantes de sus dueños. Puedes encontrar la solución a tus problemas o tu perdición.
Atte. Anónimo
Concluyó la carta e inmediatamente fue corriendo a su casa para contarle lo ocurrido a su mamá; al entrar en la cocina percibió un delicioso aroma de frutas recién cortadas; naranja, toronja, manzana y melón, y no sólo eso, sino que también olía a café de olla y churros recién hechos. Sus papás ya estaban en la mesa y se dirigió acompañarlos
-Papá, mamá, ¡muy buenos días!-.
Buenos días hija-. Respondieron al unísono los padres, -¿Qué tal dormiste?- pregunto la mamá
-bien… bien-. Dijo algo dudosa Camila. ¿Habría soñado todo aquello? Se preguntó.
Y al momento que iba a empezar a contarles todo, su estómago rugió y deseó probar cada uno de esos platillos; cuando se levantó por ellos, su mamá le acerco una bandeja, tal y como ella quería.
-Gracias-. Le dijo a Doña Alicia-.
A la mitad de su comida quiso más café y en ese momento su papá le ofreció una taza llena y se lo tomó agradecida.
Al levantarse para ir a la escuela su perrita, Amber, iba a toda prisa para lanzarse sobre ella como todos los días.
-¡No! Amber, ni te acerques-. Grito hacia ella pero sabía que era inútil, no la podía entender, sin embargo en ese instante, el animal se paró en seco y se dio la vuelta. -Eso fue inesperado-. Le dijo su papá haciendo eco de sus pensamientos pero no le dio mayor importancia.
No obstante al caminar hacia su cuarto pensó en su tarea, y recordó que no la había hecho.
-Rayos, ¿qué haré? ojalá todavía tuviera tiempo para realizarla-. En ese momento sintió que el cuarto se volvía más oscuro, se asomó a la ventana y vio la luna. Fue corriendo con sus papás pero no los halló en la cocina, de hecho no había rastro de nada ahí ni siquiera de los trastes y los restos de comida del desayuno.
Alzo la mirada y observo el reloj, asombrosamente marcaba las dos am. Repasó todo lo sucedido; primero la carta, después sus papás, luego su mascota y ahora esto. –Debe ser una broma, ¡es increíble!- .Soltó una risa histérica e ideo todo lo que podía hacer con su nuevo poder.
Cuando salió de su casa unas horas después, estaba estrenando un vestido y botas a juego, era un día estupendo, a pesar del hecho de que iba con retraso para su primera clase; eso no era un problema, deseó estar en la escuela y unos segundos más tarde entraba por la puerta del instituto. Y para el momento de su última materia como estaba demasiado aburrida, decidió dar por terminada sus clases.
Hacia el final del día se sentía la reina del mundo, tenía y hacia lo que quería. Para regresar a casa, en vez de caminar, pidió ir en limosina y cada uno de los labores de la casa, los realizaron sus sirvientas y no ella. -¿Podía ser más perfecta su vida?-. Se dijo
La mañana siguiente era sábado y como siempre, sus primos vendrían a visitarlos, ella estaba muy emocionada por verlos y presumirles su nueva habilidad. Su mamá le solicitó que la ayudara en la cocina y ella fue a regañadientes, cuando terminaba de hacer el agua, su hermana salió de la recamara gritándole y regañándola:
-Camila, ¿Por qué nunca tiendes tu cama y arreglas el cuarto?, te toca a ti esta semana y espera ¿esa es mi camisa?-. Dijo Susana muy furiosa
-Ya Susana déjame en paz, al rato te la regreso no exageres-. Le respondió irritada.
- Te voy acusar con mamá y ella te va…-. Le dijo Susana.
Camila fastidiada de su mandona hermana, deseo que se fuera muy lejos y la dejara en paz y en seguida dejó de escuchar su voz; por un momento se preocupó pero luego se dijo que no había razón, ya que la podía regresar en cualquier momento. Tocaron la puerta y supo que habían llegado las visitas, pidió que nadie notará la ausencia de su hermana y salió a saludar a todos. De camino vio a su vecino Don Gustavo traer una grande y bonita piñata; y pensó lo magnífico que sería si tuviera una así.
Al ver a sus primos se alegró y fue corriendo abrazarlos, de repente, se percató de la nueva bolsa que su prima Karla le presumía a los demás y sintió celos, ella quería una así. En ese momento apareció una bolsa igualita en su regazo, casi salto de emoción.
Sin embargo, al voltearse observó cómo Karla la miraba con enojo.
-Esa es mi bolsa, eres una ladrona-. Afirmo ella.
-De qué hablas, no es cierto, ésta es mía.- respondió Camila un tanto confundida e insultada
-¡Mentirosa! Mis cosas están ahí, sino me crees ábrela-. Contesto Karla
-Te mostraré que no es tuya porque…-. Y no pudo acabar su frase porque al abrirla, exactamente adentro estaban las pertenencias de su prima.
Al verlo, todos la señalaron y sus primos la empezaron a corretear, ella no entendía qué había sucedido. Entró a su cuarto y cerró la puerta, todo estaba mal, ella no había robado nada; mientras lloraba escuchó una voz que no pudo distinguir, al levantar la cabeza miro a un niño con ojos grandes y grises, mejillas rosadas y una cara muy amigable, asimilaba a un angelito.
-¿Estás bien? ¿Los deseos te metieron en problemas, cierto?-. Le pregunto el niño. Ella no lo conocía, sin embargo, sintió que podía confiar en él, después de todo lo que había pasado solo él, sin saber por qué, conocía su poder y ya no aguantaba más el no poder decirlo a nadie y contra toda regla de seguridad ante desconocidos, ella le contó toda su aventura desde el inicio. Al finalizar ella le dijo.
-Pero ¿Quién eres tú? ¿Tienes que ver con el libro?-. –Soy Tot y soy el guardián del libro.
-¿Qué paso haya fuera?, yo no robé la bolsa de mi prima ¿Por qué la tenía entonces?- pregunto muy triste a Tot.
-Todos los deseos provienen de alguna parte, no surgen del aire y siempre tienen un costo; si una persona desea algo, para poder tenerlo tenía que perderlo otra. Eso fue lo que paso con sus deseos.
Para corroborárselo le pidió que se acercara a la ventana, donde pudo apreciar a Don Gustavo, él estaba muy consternado consolando a su hijo, el cual, lloraba desesperadamente, entonces recordó que si era cierto lo dicho por el angelito, ese niño ya no tenía su piñata, sino ella.
-¿Ahora lo comprendes?- dijo Tot.
Ella se quedó sin palabras, no podía creer lo que había hecho y se sintió muy mal consigo misma. Había cometió varios errores; actuó de forma impulsiva y egoísta, ya no se reconocía. Por su ambición se había olvidado de lo importante, había causado mucho daño, incluso a su hermana; aunque podía ser inoportuna, enojona y a veces muy mandona, compartía cosas buenas con ella y pese a todo, la quería.
-Pero cómo puedo solucionar todo esto, debe de haber alguna manera-.
-Lo importante es que ya entendiste que los deseos no siempre te solucionan la vida, te la pueden complicar más. Aprecia todo lo que tienes y lucha por cumplir tus sueños, con la única magia que funciona y esa es el trabajo; así no perderás los pies del suelo-. Dijo Tot
Cuando Camila iba agradecerle por todo, repentinamente notó un jalón en su brazo y bajo la vista, desde lo alto y reconoció a sus papás y a su hermana quienes la estaban observando. Espera ¿hermana?, inmediatamente salto de la rama y la alzó en un fuerte abrazo, comenzó a disculparse por lo transcurrido pero ella no parecía comprenderla.
-Estábamos preocupados por ti-. Su papá hablo primero
-Si Cami, cuando vimos tu cama tendida nos asustamos y salimos a buscarte-. Hablo su hermana
-Después de unos minutos se nos ocurrió que podrías estar en ese feo árbol que tanto te gusta y así te encontramos-. Le dijo con un abrazo su mamá
–No vuelvas a irte sin avisar Camila, te lo advierto-. La regaño su hermana
Camila estaba anonadada, no sabía si lo que vivió era sólo un producto de su imaginación o si era real, aunque ella hubiera jurado que así era.
-No se preocupen, estoy bien y les aseguro que no volverá a pasar-. Asintió confundida y juntos regresaron para la casa; faltaba poco para entrar y quiso echar una última mirada hacia el árbol y se sobresaltó al hallar al mismo niño con cara de ángel de sus sueños, sentado donde ella estaba hace un rato, y sosteniendo en sus manos el libro.
Camila se giró y acelero el paso pero sorpresivamente escuchó una voz en su mente que le decía:-Ten cuidado con lo que sueñas, podría volverse realidad-.
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